Alfonso creció entre música, rollos fotográficos, cerámica, pintura y mucha comida. Sus padres, inmigrantes peruanos, le dieron una crianza tradicional en un pueblo chico ubicado en un valle de Venezuela. Allí estudió arquitectura, aprendió a construir, fotografió mil rostros y muchos paisajes.  

Aunque Alfonso no ha escrito un libro, a través de la fotografía y el dibujo cuenta historias. Sus tatuajes nacen de ilustraciones con líneas finas y sombras muy suaves. Transmite en ellos su forma de apreciar el mundo, a través de lo sutil y lo delicado.